Bad Religion es una banda que lleva cuarenta años sonando. Todo un éxito de longevidad sobre los escenarios, donde llevan sus temas cargados de consignas en contra del establishment.
Mi madre ya era fan de la banda del guitarrista Brian Baker. Nos inculcó a mi hermana y a mí su gusto por una música de discurso furioso, llena de aciertos.
La acompañamos a muchos conciertos siendo pequeñas. De grandes seguimos yendo, ahora por nuestra cuenta. Bad Religion no defrauda. Con su música te hace regresar a los años más contestatarios de su historia.
Ir a sus conciertos es como regresar a mi infancia. Me recuerdo de la mano de mi madre en el concierto de esta banda que nos quedaba más cerca de casa. Mi madre no solía gastar en desplazamientos. Su amor por estos músicos rebeldes no la llevaba a los despilfarros que suelen hacer algunos fans.
Siguen siendo fieles al canon punk y hard core. Su sonido y sus letras no renuncian a estos estilos contundentes. Letras como las de Stranger than fiction y el Recipe for hate te traen recuerdos mágicos de tu vida pasada.
Os recomiendo esta banda, sobre todo sus conciertos. Este mes estuvieron en Santiago de Compostela haciéndonos vibrar a sus fans. Pura creatividad. Música para todas las edades. Mis hijas, todavía unas niñas, disfrutaron mucho el concierto. Conocían los temas de tanto que se los pone mi madre.
Mi marido en cambio, no se sumó a la fiesta. El punk y el metal no van con él. Si me descuido me canta canciones de Enrique Iglesias al oído. Es muy latino.
Lo mejor de Bad Religion son las letras de sus canciones. Son socialmente relevantes y muchas tienen un significado político. Su fórmula es el rock unido a la coherencia.
Deberían tomar nota otros cantantes. Me aburre el romanticismo de novela rosa. Prefiero unas letras comprometidas con el mundo que nos está tocando vivir.
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