Sus canciones son magnéticas. No dejan indiferente a nadie. O te gustan o las odias. Mi marido, por ejemplo, no las resiste. Dice que la mezcla de folk y música electrónica es contra natura. Tampoco le gusta la voz un tanto afilada de la cantante.
Yo soy una fan de Odetta. Me gusta mucho la extraña combinación de instrumentos tradicionales como el banjo y el violín con efectos de sonido, beats y percusiones. De esta parte del disco se ocupa su pareja, Jack Inslee. Es quien se encarga también de la producción del disco. Todo queda en casa.
Esta pareja que entiende la música de una manera muy distinta a otros cantantes ha jugado con el sonido folk tradicional, retorciéndolo y dándole una patina de modernidad que te llama la atención. A mí me ha atrapado. Por eso no dejo de escuchar el disco desde este verano. No es un sonido nuevo, por supuesto. Este sonido peculiar ya lo probaron en 222, su primer disco, un disco que también tengo pero que no me gusta tanto como Old Rockhounds Never Die. En este segundo disco se ve mucho más la calidad compositiva de Odetta. Se notan mucho más los años que lleva estudiando música. Encuentras canciones de gran poso melódico y una ambientación bastante trágica, canciones como Widow's Peak o mi adorada Misery. ¡La de veces que escucho esta canción! Es como un himno para mí.
Os recomiendo Old Rockhounds Never Die de Odetta Hartman, un álbum con un tono meditativo y ciclico. Me recuerda un poco a Amy Winehouse y también a cantantes como Karen Dalton o Bessie Smith. La voz de Odetta es totalmente atípica. Tiene la tonalidad rasposa del blues mezclada con un toque fantástico y esotérico.
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