No niegues, Adán mío, tu origen
de hombre salido de un charco
en manos del Dios que amasó
la arcilla de tu cuerpo adorable.
No niegues, Adán mío, a esta Eva
salida de un hueso de tu espalda
para ponerles un chorro de alegría
en nuestro paraíso tan amargo.
No niegues, Adán mío este amor
de los primitivos cromañones
que somos tú y yo, querido mío.
No niegues, Adán mío, la locura
que es tener una serpiente
tentándonos con sus pecados.
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